¿Extrañas tu teléfono ‘ladrillo’? Quizá es momento de volver a él
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Si todo sale según el plan, en abril del 2019 miles de personas recibirán un paquete con un dispositivo llamado Light Phone 2. El proyecto fue financiado en Indiegogo y muchos clientes de Light Phone habrán esperado todo un año para entonces. Es la segunda versión del dispositivo pero, según los estándares de la actualidad, el celular será primitivo, pues su pantalla no tiene color y no incluye ninguna de las aplicaciones conocidas. Esta falta de funcionalidad se promueve como un beneficio: el Light Phone se anuncia como un celular que te respeta de verdad”. Es una serie de palabras absurda, pero sospecho que muchos de nosotros entendemos a la perfección qué significa.
Si eres una de esas personas, es probable que tu teléfono inteligente también sirva de reloj despertador, lo cual implica que es lo primero que escuchas todos los días, cuando interrumpe tu sueño antes de mostrarte toda la información recolectada durante la noche cuando apagas la alarma. Desde ese momento, exige toda tu atención: en el baño, en la cocina y en la mesa, es un cómplice constante, tan útil e inútil como quieras o le permitas ser.
En el auto, es un navegador, un radio, un distractor persistente y un accesorio listo para provocar un homicidio involuntario; en el trabajo, es un asistente vigilante y un fiel compañero de holgazanería. Transmite todo tipo de información a través de interfaces comunes y te proporciona un nuevo canal delirante junto con tu monólogo interno: Hay una actualización importante de seguridad en tu cuenta. Te amo y no puedo esperar para verte. Recordatorio: Regresarle la llamada al oftalmólogo. La identidad del asesino de Golden State se reveló utilizando una base de datos genealógica, dijeron investigadores. Tu calificación crediticia ha cambiado. Tres llamadas perdidas de PROBABLEMENTE ES FRAUDE”. Una llamada perdida de EL JEFE DE MI JEFE”.
El teléfono inteligente es la mitad de una relación íntima y complicada, una que jamás pensamos que se volvería tan seria, pero de la que ahora no podríamos deshacernos. Este retrato de insatisfacción parecería sugerir una necesidad —o por lo menos una exigencia— de tener alternativas para los teléfonos inteligentes. Sin embargo, el mercado aún no ha señalado que esté harto de ellos, sino que se están acabando las personas que jamás han tenido uno. Las ventas aún van en aumento, aunque sin tanta velocidad. La demanda evidente aún está creciendo.
Esta sensación de inevitabilidad ha hecho que algunos clientes y empresas busquen un remanso, un escape o por lo menos una alternativa. A pesar de que la mayoría de las empresas influyentes de tecnología están intentando averiguar qué productos pueden fabricar para que los uses a la par de los teléfonos inteligentes —en tu muñeca, en tu cabeza, en tus ojos— algunas empresas en la periferia están explorando territorios menos evidentes. Sus enfoques respectivos difieren, pero por lo menos suponen lo mismo: la mejor opción, en este momento, no es mejorar los celulares, sino empeorarlos.
Pocas empresas están en mejor posición para hacer un teléfono menos inteligente que Nokia, una compañía que definió y dominó el mercado mundial de los celulares hasta la época en que llegó el iPhone. A principios de 2017, Nokia anunció un nuevo modelo, el 3310, basado ligeramente en un predecesor con el mismo nombre que se lanzó por primera vez en el 2000, también conocido como el Ladrillo, uno de los celulares más populares del mundo. El propósito del 3310 no es ofrecer muchas características nuevas, pero por lo menos te propone un reto: ¿bromeas con que extrañas tu viejo celular? Pues esta es tu oportunidad de comprar uno. Yo lo hice y funciona; hace y recibe llamadas; envía y recibe mensajes de texto. Con extraordinaria dificultad, puedes visitar Google. Pero su familiaridad oculta que no le sirve ni a un concienzudo oponente de los teléfonos inteligentes. Casi de inmediato deseé, por ejemplo, que pudiera cambiar la cámara recién añadida por la navegación GPS, una función del teléfono inteligente que se ha convertido en una mejora desapercibida en mi vida. La mejor parte del 3310 es que se siente como una piedra en tu bolsillo, donde en vez de estar sonando constantemente en la periferia de tu conciencia se queda inerte, listo para que lo ignores.
Hay celulares menos inteligentes recién diseñados que marcan mejor la diferencia: el Light Phone 2 y el Unihertz Jelly, un celular Android completo, pero más pequeño. Cada uno está bien equipado para este momento y muestra en algún elemento de su diseño los sentimientos contradictorios y posiblemente irresolubles del usuario desafecto de los teléfonos inteligentes. Cada uno también tuvo un comienzo sólido e identificó por lo menos una fina porción de demanda mediante campañas virales de microfinanciación colectiva: el Light Phone recaudó más de 1,5 millones de dólares en Indiegogo en su segunda versión; el Jelly recaudó cerca de tres millones de dólares en Kickstarter e Indiegogo.
El Light Phone prometió desintoxicación y un escape, pues adoptó y motivó un enfoque de desempeño respecto de la ansiedad que nos provocan los teléfonos inteligentes: una limpia evidente, un ayuno anticipado, una semana desconectado. En su primera versión solo se podían hacer llamadas. (La versión 2 permitirá enviar mensajes de texto y podría incluir navegación básica y aplicaciones para pedir taxis. Según la empresa, las redes sociales no estarán presentes en el dispositivo”). Básicamente, es una protesta de lujo, una alternativa orientada al bienestar que contrasta con tener que cargar tu viejo celular con tapa o tener que salir a la calle sin tu dispositivo inteligente.
Si el Light Phone sugiere que el problema con tu iPhone es que hace demasiado, el Jelly en cambio propone que tu iPhone es demasiado bueno cumpliendo con su propósito: es demasiado fácil distraerte con él, como una televisión; también es fácil trabajar con él, como una laptop; es demasiado fácil recurrir a él en un momento de silencio o inactividad. El Jelly tiene todo lo básico: una versión de Android de Google, datos de alta velocidad y soporta las mismas aplicaciones disponibles para cualquier otro usuario de un teléfono inteligente. No obstante, su antiinnovación es brutal: tiene una pantalla pequeña de 6 centímetros. Su enfoque para lograr que moderes tu uso del teléfono inteligente es hacer que el proceso sea tan complicado que, en algunos casos, simplemente no vale la pena. Es una máquina de interacción con un nivel de resistencia tan alto como sea posible. Los mensajes se hacen más breves. La lectura se hace más deliberada. Revisar tu celular solo porque sí se asocia más con la necesidad de actualizar una aplicación que con el proceso tedioso de abrir una en primer lugar. Como estrategia individual, el dispositivo supone que la inevitabilidad de usar el celular podría resolverse, o por lo menos remplazarse, con la frustración.
No es probable que alguno de estos celulares atraiga a muchos clientes, por lo menos en comparación con los teléfonos inteligentes, y no pretenden cambiar el curso de una industria. Cada uno tendría más éxito si reformaran ligeramente los hábitos individuales de unos cuantos miles de clientes. Lo más importante es que dicen cosas que las principales empresas de teléfonos inteligentes simplemente no pueden: hay grietas en esta relación y no se van a solucionar solas. Un día, el costo de albergar un resentimiento mutuo podría provocar que el problema empeore: para los fabricantes, un declive en las ganancias y, quizá como respuesta, un enfoque intencionalmente explotador en el diseño del producto; para nosotros, un declive en el bienestar personal que no tenemos ni siquiera el marco ni el vocabulario para poder discutirlo.
Son los productos que los gigantes de la tecnología no nos han dado y que quizá jamás nos ofrezcan pero, por lo menos, ilustran lo estrecha que se ha vuelto la imaginación de la industria y cuánto deseamos que haya una expansión en cualquier dirección, excepto directa e inevitablemente hacia adelante. También podrían sugerir la necesidad de ajustar nuestra idea colectiva de lo que son los teléfonos inteligentes y por qué nos molestan cuando así lo hacen.
Otra tecnología que altera el mundo ofrece un buen punto de comparación: el automóvil. Podríamos disfrutar conducir, pero la pasamos fatal en el tráfico. Compramos autos porque los necesitamos, podríamos adquirir vehículos específicos porque los deseamos y los mejores pueden hacer que un mal trayecto sea más soportable. Pero el problema no es nuestro auto: son todos los demás; las ciudades diseñadas a su alrededor; las carreteras creadas para ellos y ahora atascadas de ellos. Los teléfonos inteligentes ahora están atrapados dentro del mundo que construimos en torno a ellos, al igual que nosotros. Si queremos escapar, no será otro celular el que nos dé la solución.
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Si todo sale según el plan, en abril del 2019 miles de personas recibirán un paquete con un dispositivo llamado Light Phone 2. El proyecto fue financiado en Indiegogo y muchos clientes de Light Phone habrán esperado todo un año para entonces. Es la segunda versión del dispositivo pero, según los estándares de la actualidad, el celular será primitivo, pues su pantalla no tiene color y no incluye ninguna de las aplicaciones conocidas. Esta falta de funcionalidad se promueve como un beneficio: el Light Phone se anuncia como un celular que te respeta de verdad”. Es una serie de palabras absurda, pero sospecho que muchos de nosotros entendemos a la perfección qué significa.
Si eres una de esas personas, es probable que tu teléfono inteligente también sirva de reloj despertador, lo cual implica que es lo primero que escuchas todos los días, cuando interrumpe tu sueño antes de mostrarte toda la información recolectada durante la noche cuando apagas la alarma. Desde ese momento, exige toda tu atención: en el baño, en la cocina y en la mesa, es un cómplice constante, tan útil e inútil como quieras o le permitas ser.
En el auto, es un navegador, un radio, un distractor persistente y un accesorio listo para provocar un homicidio involuntario; en el trabajo, es un asistente vigilante y un fiel compañero de holgazanería. Transmite todo tipo de información a través de interfaces comunes y te proporciona un nuevo canal delirante junto con tu monólogo interno: Hay una actualización importante de seguridad en tu cuenta. Te amo y no puedo esperar para verte. Recordatorio: Regresarle la llamada al oftalmólogo. La identidad del asesino de Golden State se reveló utilizando una base de datos genealógica, dijeron investigadores. Tu calificación crediticia ha cambiado. Tres llamadas perdidas de PROBABLEMENTE ES FRAUDE”. Una llamada perdida de EL JEFE DE MI JEFE”.
El teléfono inteligente es la mitad de una relación íntima y complicada, una que jamás pensamos que se volvería tan seria, pero de la que ahora no podríamos deshacernos. Este retrato de insatisfacción parecería sugerir una necesidad —o por lo menos una exigencia— de tener alternativas para los teléfonos inteligentes. Sin embargo, el mercado aún no ha señalado que esté harto de ellos, sino que se están acabando las personas que jamás han tenido uno. Las ventas aún van en aumento, aunque sin tanta velocidad. La demanda evidente aún está creciendo.
Esta sensación de inevitabilidad ha hecho que algunos clientes y empresas busquen un remanso, un escape o por lo menos una alternativa. A pesar de que la mayoría de las empresas influyentes de tecnología están intentando averiguar qué productos pueden fabricar para que los uses a la par de los teléfonos inteligentes —en tu muñeca, en tu cabeza, en tus ojos— algunas empresas en la periferia están explorando territorios menos evidentes. Sus enfoques respectivos difieren, pero por lo menos suponen lo mismo: la mejor opción, en este momento, no es mejorar los celulares, sino empeorarlos.
Pocas empresas están en mejor posición para hacer un teléfono menos inteligente que Nokia, una compañía que definió y dominó el mercado mundial de los celulares hasta la época en que llegó el iPhone. A principios de 2017, Nokia anunció un nuevo modelo, el 3310, basado ligeramente en un predecesor con el mismo nombre que se lanzó por primera vez en el 2000, también conocido como el Ladrillo, uno de los celulares más populares del mundo. El propósito del 3310 no es ofrecer muchas características nuevas, pero por lo menos te propone un reto: ¿bromeas con que extrañas tu viejo celular? Pues esta es tu oportunidad de comprar uno. Yo lo hice y funciona; hace y recibe llamadas; envía y recibe mensajes de texto. Con extraordinaria dificultad, puedes visitar Google. Pero su familiaridad oculta que no le sirve ni a un concienzudo oponente de los teléfonos inteligentes. Casi de inmediato deseé, por ejemplo, que pudiera cambiar la cámara recién añadida por la navegación GPS, una función del teléfono inteligente que se ha convertido en una mejora desapercibida en mi vida. La mejor parte del 3310 es que se siente como una piedra en tu bolsillo, donde en vez de estar sonando constantemente en la periferia de tu conciencia se queda inerte, listo para que lo ignores.
Hay celulares menos inteligentes recién diseñados que marcan mejor la diferencia: el Light Phone 2 y el Unihertz Jelly, un celular Android completo, pero más pequeño. Cada uno está bien equipado para este momento y muestra en algún elemento de su diseño los sentimientos contradictorios y posiblemente irresolubles del usuario desafecto de los teléfonos inteligentes. Cada uno también tuvo un comienzo sólido e identificó por lo menos una fina porción de demanda mediante campañas virales de microfinanciación colectiva: el Light Phone recaudó más de 1,5 millones de dólares en Indiegogo en su segunda versión; el Jelly recaudó cerca de tres millones de dólares en Kickstarter e Indiegogo.
El Light Phone prometió desintoxicación y un escape, pues adoptó y motivó un enfoque de desempeño respecto de la ansiedad que nos provocan los teléfonos inteligentes: una limpia evidente, un ayuno anticipado, una semana desconectado. En su primera versión solo se podían hacer llamadas. (La versión 2 permitirá enviar mensajes de texto y podría incluir navegación básica y aplicaciones para pedir taxis. Según la empresa, las redes sociales no estarán presentes en el dispositivo”). Básicamente, es una protesta de lujo, una alternativa orientada al bienestar que contrasta con tener que cargar tu viejo celular con tapa o tener que salir a la calle sin tu dispositivo inteligente.
Si el Light Phone sugiere que el problema con tu iPhone es que hace demasiado, el Jelly en cambio propone que tu iPhone es demasiado bueno cumpliendo con su propósito: es demasiado fácil distraerte con él, como una televisión; también es fácil trabajar con él, como una laptop; es demasiado fácil recurrir a él en un momento de silencio o inactividad. El Jelly tiene todo lo básico: una versión de Android de Google, datos de alta velocidad y soporta las mismas aplicaciones disponibles para cualquier otro usuario de un teléfono inteligente. No obstante, su antiinnovación es brutal: tiene una pantalla pequeña de 6 centímetros. Su enfoque para lograr que moderes tu uso del teléfono inteligente es hacer que el proceso sea tan complicado que, en algunos casos, simplemente no vale la pena. Es una máquina de interacción con un nivel de resistencia tan alto como sea posible. Los mensajes se hacen más breves. La lectura se hace más deliberada. Revisar tu celular solo porque sí se asocia más con la necesidad de actualizar una aplicación que con el proceso tedioso de abrir una en primer lugar. Como estrategia individual, el dispositivo supone que la inevitabilidad de usar el celular podría resolverse, o por lo menos remplazarse, con la frustración.
No es probable que alguno de estos celulares atraiga a muchos clientes, por lo menos en comparación con los teléfonos inteligentes, y no pretenden cambiar el curso de una industria. Cada uno tendría más éxito si reformaran ligeramente los hábitos individuales de unos cuantos miles de clientes. Lo más importante es que dicen cosas que las principales empresas de teléfonos inteligentes simplemente no pueden: hay grietas en esta relación y no se van a solucionar solas. Un día, el costo de albergar un resentimiento mutuo podría provocar que el problema empeore: para los fabricantes, un declive en las ganancias y, quizá como respuesta, un enfoque intencionalmente explotador en el diseño del producto; para nosotros, un declive en el bienestar personal que no tenemos ni siquiera el marco ni el vocabulario para poder discutirlo.
Son los productos que los gigantes de la tecnología no nos han dado y que quizá jamás nos ofrezcan pero, por lo menos, ilustran lo estrecha que se ha vuelto la imaginación de la industria y cuánto deseamos que haya una expansión en cualquier dirección, excepto directa e inevitablemente hacia adelante. También podrían sugerir la necesidad de ajustar nuestra idea colectiva de lo que son los teléfonos inteligentes y por qué nos molestan cuando así lo hacen.
Otra tecnología que altera el mundo ofrece un buen punto de comparación: el automóvil. Podríamos disfrutar conducir, pero la pasamos fatal en el tráfico. Compramos autos porque los necesitamos, podríamos adquirir vehículos específicos porque los deseamos y los mejores pueden hacer que un mal trayecto sea más soportable. Pero el problema no es nuestro auto: son todos los demás; las ciudades diseñadas a su alrededor; las carreteras creadas para ellos y ahora atascadas de ellos. Los teléfonos inteligentes ahora están atrapados dentro del mundo que construimos en torno a ellos, al igual que nosotros. Si queremos escapar, no será otro celular el que nos dé la solución.